Hace poco, Banksy, uno de los grafiteros más importantes a nivel mundial, quiso mostrar cómo funciona el mercado del arte. Para ello realizó un experimento que consistía en poner a la venta obras suyas en el mercado de Central Park en Nueva York a un precio de 60 dólares, pero las obras iban sin firmar. En toda la jornada solo consiguió vender a 3 personas, que incluso regatearon hasta el 50% de su precio.
Banksy es el nombre por el que se conoce al grafitero más famoso del mundo, el más cotizado y el que más ha dado que hablar por sus pinturas irónicas que critican sin reparo al sistema.
Nadie sabe su nombre verdadero, ni siquiera cómo es físicamente. En Bristol, donde nació, es considerado un verdadero héroe local. En subastas se ha llegado a pagar más de 300.000 euros por unos de sus murales, ha hecho exposiciones multitudinarias en Los Ángeles y ha vendido cuadros a muchos famosos.
Su popularidad ha crecido tanto que hasta ha aparecido en la secuencia de apertura de un capítulo de los Simpsons en la temporada 22:
Este experimento nos recuerda al que llevó a cabo Joshua Bell, un famoso violinista, a la salida del metro de Washington.
Joshua Bell, que iba de incógnito, tocaba un Stradivarius de 1713, valorado en 3 millones de dólares. Bell tocó piezas maestras durante 43 minutos. De 1070 personas que pasaron por delante de él, solo 7 se quedaron a escuchar más de un minuto.
Si no tenemos un momento para deternos y escuchar a uno de los mejores músicos del mundo tocando, ¿cuántas cosas nos estaremos perdiendo?
Si antes de entrar al metro, o delante del puesto con las obras de Banksy, nos dijeran que estamos ante el mejor violinista del mundo o ante el grafitero más importante de la actualidad, la mayoría, por no decir todos, nos pararíamos a observar lo que hacen.
Los seres humanos tenemos la tendencia de apreciar las cosas cuando nos las enmarcan, pocos por naturaleza aprecian lo bueno a simple vista.
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